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De hinchada y otros demonios

El fútbol es el amor más largo y descabellado de nuestra vida. Es la pasión desesperada por los opuestos: pertenencia y privación, multitud y soledad, devoción y rencor. Alejarse del fútbol es mutilar parte de nuestro corazón

Jorge Eslava

Publicado: 2015-01-16

Existen pasiones que nacen con nosotros, tan inexplicables como nuestra habilidad para respirar, aquel que diga que jamás se ha parcializado al ver un partido de fútbol lo más seguro es que esté mintiendo. Entiendo esa pasión, la comprendo y casi siempre que puedo la vivo.

La guerra se lucha cuerpo a cuerpo en una cancha que hace de campo de batalla, son 22 los guerreros con solo dos pies como únicas armas y un balón como munición, con el vital fin de disparar a la base del contrincante.

Los espectadores lanzan cánticos de aliento a favor de su ejército que libra una guerra en la que no se derrama ni una gota de sangre, pero esta guerra imaginaria se hace real fuera de los estadios, los hinchas después de los partidos se matan.

Somos uno de los países más violentos del mundo y junto con nosotros se encuentra Honduras; ocupando el primer puesto, le siguen Argentina, Uruguay, Colombia, México entre otros de Latinoamérica.

Dando una mirada al pasado podemos ver a Paola Vargas y Walter Oyarce, dos de los casos emblemáticos de la violencia del fútbol peruano en los últimos tiempos. No importa qué camiseta vistiera el asesino, ni qué camiseta vestía la víctima, el hecho es que fueron dos muertes insulsas.

Y hoy en una red social me topé con una página que promueve esa violencia, que la respalda, la apoya y la incita, aquel o aquellos que la promueven no saben que la próxima víctima podrían ser ellos mismos.

Lamentablemente estamos en un país que no contento con separarse por regiones y discriminarse por colores o estratos sociales también se disgrega por camisetas. Un país en el que los hinchas se articulan para matarse entre sí, pero son incapaces de unirse en contra de la corrupción, la disminución de los sueldos y demás problemas tan importantes para un crema, un blanquiazul o un celeste. Lo tragicómico de todo esto es que la blanquiroja no pisa un mundial hace más de tres décadas.

Deberíamos ser los promotores de los estadios sin violencia, de las guerras sin sangre en dónde la única arma sea un balón, donde se derramen lágrimas de emoción. El Perú no va a dejar de ser un país violento si seguimos creyendo que la violencia en el fútbol es tan antigua como el mismo juego. Las cosas si se pueden cambiar, pero ¿cuándo vamos a empezar?


Escrito por

Maria José Valdivia Aragón

He descubierto que la opinión pública solo necesita escuchar a gente como periodistas, políticos y futbolistas, las palabras que emanan de sus fiables bocas o no son el día a día de la vida de nuestro país cansado. Yo los leo, pero de un tiempo para acá he de


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